
Intención artística
Desde los 25 años he pintado en óleo de manera formal. Cada cuadro realizado ha sido planeado y pintado con el mayor de los cuidados, cada uno ha sido meticulosamente revisado desde los bocetos previos e incluso, algunos han sido repasados después de firmados.
No me gusta improvisar, no aún, y no me gusta pensar en hacer “una obra más en mi repertorio”. Quiero que cada pintura sea un verdadero paso adelante en alguno de los aspectos técnicos o discursivos respecto a los anteriores. ¿Siempre lo logro? La respuesta puede parecer presuntuosa pero sí, cada nueva pintura contempla un reto en específico que ha sido superado, e lo contrario, no permanecerá, al menos no en esta carpeta de trabajos.
Aun no concibo quedarme en un solo estilo pictórico, o quizás es que no lo he podido desarrollar, ya sabré. Si bien, quienes ven mis cuadros perciben una constante en el uso del color y del espacio, no he pretendido quedarme donde me sienta cómodo; a veces pareciera que el tema pensado me exige un estilo particular dentro de los que he usado. ¿Un piano? Claro, cubista. ¿Una Venus? Sí, con su cuerpo como la diosa del Nacimiento de Venus de Bouguereau.
Aquí considero importante retomar el punto sobre todo aquello que permanece constante en mis obras porque es ahí donde se vislumbra eso que llamaré el “estilo atrapado”. En la mayoría de los cuadros puede admirarse un uso casi total del espacio, pocas veces he dejado grandes áreas de color despejadas y llanas, la superficie siempre es usada aunque sea por la textura propia de la pincelada. En cuanto al color, es evidente que, aunque varío de paletas cálidas y relativamente cortas a paletas más brillantes con guiños a los primarios, puede observarse una constante de contrastes lumínicos fuertes en la mayorías de los cuadros, así como de matices relacionados con al amarillo ocre, el rojo y una serie de verdes y azules que aparecen casi como negro.
Mi mayor interés lo encuentro constantemente en la composición, primero porque es lo que con mayor claridad se me muestra al imaginar una pieza y segundo, porque considero que es el soporte vital de toda obra por sobre el color y el discurso. Entonces, antes de iniciar cada pintura, tengo en la mente todas aquellas formas geométricas que han de contener a los elementos del cuadro antes siquiera de saber qué objetos o personajes en sí serán estos elementos. De esta manera tengo una estructura espacial general suficientemente clara como para mantener, a lo largo de todo el proceso pictórico, inalterado el “golpe creativo” que, aunque suele ser temporalmente efímero, sella estructuralmente el nacimiento de cada obra.
Quienes me rodean notan rápidamente dos características en mí; primero, que suelo recurrir mucho a la crítica, y que me gusta contrariar. Y esto debe ser cierto pues encuentro mucho de ello en mis pinturas que, para ser honesto, no pongo de manera tan consiente como pareciera. Piezas como El Payaso, La Piedad, La Mujer que se siente pájaro, El fin del mundo o la Venus maculada (de la serie Homo ex machina), son buenos ejemplos de cómo suelo hacer una revisión, crítica o hasta parodia, a temas muy recurrentes en la historia del arte. No es que pretenda ser disruptivo o de mensaje profundo, ya que, como dije, inicio mis obras pensando más en la forma y luego en el color, que en “la poética” o el mensaje. Sin embargo es inevitable terminar sublimando mis intereses con respecto al humano y sus contracciones sociales a la hora de dotar de significado y ser a la estructura compositiva antes mencionada. Debo de decir que si mis piezas tienen estas características discursivas es ante todo porque admiro al ser humano, de ahí mi constante recurrencia a temas tradicionales o a autores tan admirados por mi como Bouguereau, Vermeer, Courbet o Picasso. La crítica, percibo, es una manera de adherirme al hombre y explorarlo frente a la hermosa complejidad que este significa para mí. La pintura es ante todo un pretexto modesto con el que desmenuzo su ser y por extensión el mío, que bueno, acaso ¿no es el arte para eso?
Hasta aquí un poco de lo que, hasta donde puedo revisar, son mis intenciones como pintor. Frente a lo imponente de las posibilidades pictóricas y los infinitos los caminos a tomar para llevar a buen fin una idea, por ahora me siento cómodo siendo vacilante entre los estilos que retomo y los temas que manejo.
